sábado, 13 de noviembre de 2010

CRIAR CON SENTIDO

¿HAY PROBLEMAS?... UNA CUESTION DE CONDUCTA



La conducta de los niños suele tener relación con los modelos aprendidos y con la manifestación de estados de ánimo y de equilibrio personal. A veces, presentan conductas ilógicas, tercas o que están fuera de lugar sin que podamos encontrar una explicación razonable ni consigamos erradicarlas. Con frecuencia, los castigos o reprimendas no logran mejorar la situación. Por difícil que parezca hay maneras de modificar la conducta.

En no pocas ocasiones nuestros hijos desarrollan modos de comportamiento no adecuados, molestos, insolentes o retadores sin que tengamos conciencia clara de la causa o que, aún sospechándola, no sabemos poner remedio. Son conductas como lloros insistentes, enfados estrepitosos, desobedecer constantemente, estropear algunas cosas intencionadamente, negarse a hacer sus tareas escolares, insistir en exceso, llegar tarde a casa, alardear de algunos malos modales, contestar con palabras ofensivas o desconsideradas, etc. Y después de instauradas estas pautas de conducta, parecen irreversibles, como si formaran parte de la personalidad de nuestro hijo, tanto más cuanto van creciendo o mayores son.

Esas maneras no deseables pueden cambiar. Tengamos presente que todas estas conductas no deseables o inadecuadas son el resultado de una estrategia, consciente o inconsciente, para lograr algo que ansía.

Con frecuencia, lo ansiado por los niños que presenten este tipo de conductas no es obtener alguna cosa material, sino lograr la atención, la aprobación y el afecto de las personas más significativas. No es que tengan unos padres que no los quieren o que los rechazan, mas bien necesitan que el afecto y la aprobación se les manifiesten de una manera más clara y más evidente. Lo que quiere es llamar la atención, se dice. En este caso parecería lógico que, si le prestamos la atención que reclama solucionemos el problema. En cambio, esta conclusión es absolutamente falsa. Al hacerlo así, lo que le estamos enseñando es que obtendrá nuestro aprecio y atención presentando una conducta indeseable.

Sin embargo, hay problemas que van más allá de la conducta y que sí son serios y que debemos ver cuidadosamente, como el tema de algunos trastornos, enfermedades, los castigos y el abuso sexual…llegando a convertirse en situaciones límites.

Los vínculos entre padres e hijos son únicos e intensos. Por lo general, las familias son estables y felices cuando padres e hijos saben vincularse y comunicarse de manera afectuosa y positiva, cuando los padres se sienten capaces de ayudar a que sus hijos se comporten bien, y cuando los hijos pueden expresar sus emociones y tener una conducta adecuada. Las mayores dificultades surgen cuando los padres no saben cómo manejar la conducta de sus hijos de manera eficaz.

La mala conducta en niños suele estar relacionada con ambientes familiares de mucha tensión o conflictos de vida. Los niños con problemas de comportamiento también pueden afectar negativamente la salud emocional de sus padres. La existencia de estos problemas en la niñez tiene una marcada relación con futuras dificultades psicológicas, sociales y ocupacionales. En vista de estos efectos a largo plazo, la intervención temprana es muy importante.

Podemos hacer mucho como guías de nuestros niños para que puedan crecer como personas felices y compenetradas con la sociedad.

Nos gustan los niños despiertos, curiosos, experimentadores del universo que les rodea, pero eso sí…hasta un cierto límite, fuera del cual nos incomodan y nos hacen sentir insatisfechos

Cuando el niño no se ajusta a nuestras expectativas, al no entender lo que está ocurriendo, definimos al niño con palabras que nos ayudan a encuadrar la situación y nos dan una falsa sensación de tranquilidad. Lamentablemente, los padres en general no estamos preparados para contener un niño inquieto. Los horarios laborales, las prisas, la escasa tolerancia a la conducta desobediente fomenta en muchos casos una ruptura emotiva de las relaciones padres-hijos, creando un círculo vicioso de ansiedad e irritabilidad que refuerza precisamente las conductas que queremos evitar.
¿Qué Hacer?

Conversar: Tener una buena relación es fundamental y necesario para acrecentar su habilidad para manejar la conducta de su hijo y ayudarlo a aprender a controlar sus emociones.

Mejorar el vínculo con su hijo: Pase tiempo con él a diario compartiendo actividades divertidas, jugando y leyendo. Pregunte, obtenga tanta información como pueda para comprenda qué y cómo piensa su niño. Sea considerado. Dedíquele tiempo con el propósito de compartir momentos con él y lograr una relación basada en la confianza.

Escuchar afectivamente: Evite interrupciones. Escuche lo que dice su hijo con atención, sin corregir ni criticar. Comuníquele expectativas concretas, como que siga sus indicaciones después de dos avisos. Tener presente cómo y cuándo le da una orden o instrucción.

Valore: A menudo, los niños se comportan mejor cuando saben qué se espera de ellos y cuando son recompensados por sus logros. Preste atención a las conductas positivas de su hijo describiendo lo que está haciendo y elogiando sus actos cada vez que sea posible. Elogie a su hijo cada vez que muestre conductas adecuadas. Aprécielo y compréndalo.

Cuando ocurren problemas con nuestros hijos, es necesario que sepamos actuar debidamente. No vale de nada ponerse ansiosos, ni mucho menos tratar de castigarlos por el solo hecho de hacerlo. El tomar postura ante nuestros hijos es un objetivo de los primeros años de vida en la familia, y por lo tanto la actitud de afronte que se tome ante sus problemas emocionales y de conducta. Es necesario aprender de los problemas reales de los hijos y poder guiarlo adecuadamente, encontrando soluciones prácticas que se basan en la conversación con sus hijos, en la observación y en el saber escucharlos.

Hacer que la vida del niño sea mucho más feliz.
Gracias

Psic. Samantha Zubiaga
   Dau Escuela de Vida

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