martes, 4 de enero de 2011

LA ADOLESCENCIA UNA ETAPA DE DIFICIL TRANSITO

ADOLESCENCIA

La adolescencia es una etapa de crisis y de cambios. Un transito complejo de la niñez a la adultez, donde la conciencia de las pérdidas se manifiesta de forma más intensa y la necesidad de autoafirmarse emerge desde el fondo del ser como un impulso hacia una nueva identidad.

El adolescente pasa por varios duelos: la pérdida del cuerpo infantil, el tipo de vínculo con los padres y la identidad infantil. Los cambios hormonales y fisiológicos como son la menstruación, la aparición del semen y el crecimiento óseo y muscular movilizan la voluntad de auto descubrirse en busca de consolidar un Yo más autónomo y libre, con una mayor conciencia de nuevos roles y propósitos en la existencia. Las relaciones de pareja, la pertenencia y lugar en el grupo de pares, el interés vocacional y los proyectos a futuro son ejemplos claros de este periodo.

La relación con los padres también se ha de modificar. El canario quiere volar con sus alas, salir de la jaula, pero a su vez quiere la protección que la jaula le brinda. Son comunes las crisis de comunicación, rebeldía y oposición. Estos cambios también afectan a los padres (ya que hablamos de vínculos) y deberán adaptarse a su nuevo rol de padres de un adolescente y ya no de un niño. Que se superen o no las crisis dependerá del vínculo previo que se generó entre padres e hijos en la niñez y la habilidad de respuesta de los padres ante las situaciones que se susciten. Los conflictos son siempre productivos y nutricios, ya que sin ellos no puede haber armonía. Sin vacío no hay sentido.

Hay que tomar en cuenta que la adolescencia no tiene que ver con adolecer de algo. Adolescencia significa crecer (del latín adolescere) y no padecer de algún defecto o enfermedad. Si bien la persona sufrirá en medio de las crisis y pérdidas también ganará algo. Ganará una nueva identidad, un nuevo cuerpo, un nuevo y más profundo vínculo con los padres y una conciencia más madura y sensible, abierta al mundo. Pensar en adolecer significaría victimizar a los hijos, verlos como espectadores pasivos en su propio proceso, justificando sus errores y tropiezos, sin la oportunidad de que se levanten con sus propias piernas y descubran el sentido de sus caídas.

En este periodo es fundamental acompañar al joven a cruzar el puente, sin tomarlo de la mano (ya no es un niño) y sin dejarlo solo (aún no es un adulto). Hay que ir a su lado. En cada crisis que se presente debe haber un respaldo, un apoyo que oriente hacia un sentido que pueda descubrir, para así dar sus propios pasos y caminar su camino. La capacidad de hacerse responsables de su propia vida se debe cultivar, es un proceso que necesita amor, tolerancia, aceptación, respeto, firmeza, orientación y compañía por parte de los padres.

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